Estudiar agronomía en la República Dominicana

Este año dos mil trece, el Día del Agrónomo encontró en la República Dominicana un país lleno de esperanzas para el sector agropecuario y medioambiental. Luego de un período poco promisorio que provocó el cierre de algunas escuelas de agronomía y el desinterés por la carrera (debido entre otras causas a la baja remuneración y el poco incentivo a las actividades del área), la profesión de los gestores del campo muestra un nuevo realce que se evidencia en un mayor número de estudiantes en las escuelas agrícolas y un mayor interés de los jóvenes en elegir esta carrera y continuarla hacia estudios superiores.
La Escuela de Agronomía del Instituto Politécnico Loyola (IPL), que el sábado 26 del presente mes de octubre graduará 25 nuevos profesionales, ha llegado este año a la mayor matrícula del Bachillerato Técnico en Producción Agrícola en toda su historia, alcanzando un total de 124 estudiantes al inicio del primer semestre del año escolar 2013-2014. Ofrecerles una formación de calidad ha representado un reto que el personal académico del área ha asumido con mucha satisfacción y compromiso, convencidos del rol que desempeña la educación en el desarrollo de una sociedad.
La actual administración del Estado ha expresado su interés en promover la producción nacional y para ello ha tomado algunas medidas importantes. La apertura del Programa de Formación de Recursos Humanos para el Relevo Generacional en el Sistema de Investigación  Agropecuaria y Forestal, que facilita estudios de pregrado en el país y de postgrado en el extranjero para la posterior inserción de los profesionales a dicho sistema; los programas de becas para estudiar en la Universidad ISA y en la UASD; la nueva relación con las organizaciones de productores en las diferentes regiones del país y el aviso de aumento salarial para el próximo año son esfuerzos que pueden reconocerse en favor del sector agropecuario, sobre todo al analizar el aparente divorcio que con el mismo han tenido los últimos gobiernos.
A pesar de estas medidas, en el sector existen aún muchos desafíos y retos por enfrentar y superar. Las tecnologías de producción están todavía lejos de ser desarrolladas a partir de las condiciones locales y con un enfoque basado en la eficiencia (económica y ecológica). La cadena de valor agroalimentaria tiene muchas deficiencias, tanto en el eslabón productivo como en los de procesamiento y distribución hasta la llegada de los productos a manos del consumidor final. La agricultura dominicana ha crecido bajo modelos que distan de considerar su relación con el entorno natural desde un enfoque sistémico. Una población creciente no sólo ha sustituido en procesos de urbanización gran parte de los terrenos de vocación agrícola, sino que también ha aumentado significativamente la demanda agregada de los productos agroalimentarios y sus derivados. Las facilidades del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos y Centroamérica usualmente permiten el ingreso de productos a bajo precio que bien podrían ser generados en el país con esfuerzos por mejorar la eficiencia aprovechando ventajas comparativas. La calidad de los suelos se ha reducido debido a la sobreexplotación y la erosión ha disminuido al mínimo la capa fértil en los suelos agrícolas, sobre todo en las zonas de ladera. Los efectos del cambio climático como consecuencia de las actividades humanas se reflejan en la desertificación de los suelos, aumento de las temperaturas y variación de los regímenes de lluvia que tienen efectos directos sobre la producción agropecuaria. Mientras tanto, una generación de agrónomos, activa en otros tiempos, se encuentra ocupando de manera pasiva las mismas posiciones a espera de ser auxiliada por planes de pensión y sustituida por sangre nueva colmada de sueños y energía. 
Hacer frente a esta situación requiere de mucha voluntad por parte de los tomadores de decisiones a escala nacional y de una nueva generación de profesionales conscientes de las principales necesidades del sector, con la amplia mentalidad innovadora de generar los cambios requeridos para un repunte de la agricultura nacional. En estas transformaciones, los nuevos agrónomos tendrán muchas oportunidades para actuar gestionando de manera activa la viabilidad, sostenibilidad y competitividad del sector agropecuario y medioambiental. Es un esfuerzo que vale la pena por parte de aquellos profesionales que directa o indirectamente benefician a la población al menos tres veces al día.

Cristino Alberto Gómez
13 de octubre del 2013

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